El pasado mes de marzo, el CEO de la mayor gestora de fondos del mundo BlackRock, anunció en una carta a sus accionistas que era “el fin de la globalización que hemos conocido durante las últimas tres décadas”. El catalizador de esta carta fue el conflicto de Ucrania, que interrumpió repentinamente el orden mundial que había prevalecido desde la década de 1990 y, con él, muchos de los vínculos comerciales que habían existido entre las naciones.
El anuncio de Larry Fink se produjo casi dos años después del inicio de otra gran crisis mundial que había puesto a prueba muchas de las normas e instituciones establecidas en el mundo, y que también había desafiado profundamente la aceptación de los modelos globalizados y capitalistas que se había mantenido durante mucho tiempo: la Covid-19.
¿El factor común? La repentina toma de conciencia del riesgo inherente a la dependencia de mercados únicos o de proveedores de bienes en régimen de monopolio: ya sea la dependencia energética, alimentaria, sanitaria o económica. El mundo está experimentando los defectos de un sistema que, aunque virtuoso en muchos aspectos, se basa en lo que se ha convertido en un equilibrio cada vez más frágil en la última década.
La resiliencia y la seguridad se han convertido en palabras clave para un entorno cada vez más complejo e inestable. Aunque algunos han defendido la necesidad de deslocalizar los procesos de fabricación y las redes de la cadena de suministro, esto no significa necesariamente que el proteccionismo y el unilateralismo sean las respuestas adecuadas. Más bien hay que establecer un nuevo equilibrio, y eso es lo que está ocurriendo hoy.
En sólo dos años, un milisegundo en la historia reciente del comercio internacional, muchas empresas se han reorganizado para asegurar las líneas de producción, las redes y cadenas de suministro y (de alguna manera) mantener los costes a un nivel que, a pesar de la elevada inflación mundial, se ha mantenido relativamente manejable. Se trata de un verdadero ‘tour de force’ organizativo y logístico, cuya enormidad no siempre es apreciada por los consumidores.
Más que la capacidad de adaptación quizá sea la velocidad con la que se requiere esta adaptación lo que constituye una hazaña tan notable. ¿Cuántos años, o incluso décadas, habrían necesitado las empresas de finales del siglo pasado para reorganizar sus flujos operativos en una crisis global similar? ¿Habría sido incluso posible sin los sistemas conectados, los procesos digitalizados y los rápidos ciclos de innovación de los que disponemos hoy en día? La respuesta es, casi con toda seguridad, no.
Sería un error pensar que los síntomas actuales (escasez de productos y personal, presión inflacionaria…) son simples accidentes cíclicos. La globalización del comercio, junto con las cadenas de suministro que lo sustentan, por no hablar del aumento de los riesgos políticos, tecnológicos y cibernéticos, son ámbitos que crean complejidad, fragilidad e incertidumbre y que han ido aumentando a lo largo de los años.
Ante estos riesgos, es vital que las organizaciones y los gobiernos, las sociedades y los individuos dispongan de las herramientas necesarias para poder adaptarse rápidamente construyendo y teniendo acceso a redes resistentes, innovadoras y adaptables.
La globalización, tal y como la conocíamos, se ha visto sacudida hasta sus cimientos en los últimos dos años, y las repetidas (cuando no) diferentes crisis están provocando la ruptura del modelo. Si bien las tensiones a corto plazo causadas por este cisma están siendo percibidas por miles de millones de personas en todo el mundo, se trata de un proceso que debemos aprovechar si queremos construir un nuevo enfoque del comercio mundial más resistente, sostenible y adaptable a largo plazo.
Para ser claros, esto no es el fin de la globalización o del capitalismo; sin embargo, puede representar el comienzo de una nueva fase en su evolución, en la que las cadenas de suministro unificadas desempeñarán un papel cada vez más importante en el flujo del comercio mundial.
Artículo de opinión publicado en el nº278 de Logística Profesional (pág 24)
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