Es evidente que, en los últimos años, la sostenibilidad y los criterios sostenibles - ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG o ESG en inglés) - han ganado relevancia en el ámbito empresarial. Relevancia que irá en aumento con la Propuesta de Directiva sobre la Debida Diligencia en materia de sostenibilidad empresarial y la CSRD, que es la directiva sobre informes de sostenibilidad corporativa.
Sin embargo, cuando hablamos de sostenibilidad se suele enfatizar en los aspectos ambientales, pero cada vez es más necesario que pongamos foco en la parte social y sobre todo en la de gobernanza, representada por la letra ‘G’.
Una ‘G’ que identifica los criterios de Buen Gobierno e incluye tanto la forma en la que la empresa es administrada como el cumplimiento de normas y reglamentos, externos o propios de la compañía, y en la que entra en juego la ética empresarial y la cultura corporativa, incluida la lucha contra la corrupción y el soborno; la gestión y calidad de las relaciones con los socios comerciales, incluidas las prácticas de pago; y la gestión de riesgos de la empresa entre otros.
Y una ‘S’ (social) donde se pone el foco en las condiciones de trabajo tanto de los empleados propios como los de su cadena de suministro, incluyendo su remuneración, horario laboral, libertad de asociación y negociación colectiva, privacidad, entre otros aspectos; al igual que para los consumidores y usuarios finales la necesidad de garantizar su privacidad, entre otros muchos temas clave.
Luego para valorar la sostenibilidad del e-commerce, debemos tener en cuenta estos aspectos. Pero también, antes de nada, debemos de ser conscientes de la concentración del mercado, y quienes además de generar más impactos, están marcando el ritmo.
En 2022, los cuatro líderes del mercado mundial más grandes (Alibaba, Amazon, Pinduoduo y JD.com) representaron 2,5 billones de dólares en ventas globales (teniendo en cuenta las ventas propias y de terceros a través de sus plataformas). En 2017 se prevé que solo ellos cuatro concentren más del 60% de las ventas mundiales online, lo que representará 4,3 billones de dólares, según el informe Edge by Ascential's 2022 Future of Marketplaces Report. Un crecimiento que plantea desafíos en términos de cumplimiento normativo, ya que mientras que, en el mundo físico, las organizaciones están sometidas a un cumplimiento legal estricto y a la adaptación del tsunami normativo en el que nos encontramos, en el mundo digital tiende a lo virtual.
Un ejemplo de ello son las recientes multas millonarias de 40, 746 y 1.200 millones de euros, impuestas a Google, Amazon y Meta respectivamente, por infringir la normativa GDPR sobre el uso ilegal de datos de clientes y también de sus proveedores. Uso indebido de datos que además de generar una competencia desleal y precariedad empresarial, entre otras cosas se utilizan para generar un neuromarketing abusivo.
Con la Ley de Servicios Digitales (DSA) se limitará el uso de datos personales confidenciales para segmentar los anuncios, la publicidad engañosa, los patrones oscuros que inducen a una compra compulsiva o los anuncios dirigidos a menores, entre otros. Acciones que nos parecerían aberrantes si las realizase una empresa tradicional pero que hasta el 2024 hay un limbo en los negocios digitales.
En el Comité Técnico sobre e-commerce del CONAMA analizamos los impactos ASG y son muchos más los ejemplos que podríamos aportar: desde la tributación fiscal, pasando por la ley de envases, la gestión de RAES, la ley de residuos, las multas relativas a la precariedad laboral incluso a nivel nacional, cláusulas abusivas en las relaciones comerciales… además de la de protección de datos o las relativas a publicidad.
Es clave que los negocios digitales compitan en igualdad de condiciones que los negocios físicos y evitar la competencia desleal, pero también que las organizaciones asuman su responsabilidad. Porque sin la ‘G’ de buen gobierno corporativo, transparencia y ética empresarial no hay sostenibilidad.
Artículo de opinión publicado en el nº285 de Logística Profesional (pág 19)
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