Hace mucho tiempo tuve la suerte de conocer la historia de Charles Plumb, un piloto americano que había participado activamente en la guerra de Vietnam y que me hizo ser consciente de la importancia de las cosas cotidianas y sencillas. Aunque suene radical, nuestra vida depende de ellas más a menudo de lo que creemos.
Charles Plumb contaba que cada mañana salía del portaviones Kitty Hawk y hacía sus incursiones por Vietnam del Norte (Hanoi, Hai Phong, Thai Nguyen…) descargando toda su munición de guerra y volviendo al portaviones con la satisfacción del trabajo bien hecho. Esta secuencia se repitió durante 74 vuelos. Cada vez que volvía al portaviones, era recibido con todos los honores al grito de “nuestro Top-gun ha vuelto”.
Ese día, cuando salió para completar su vuelo número 75, contra todo pronóstico, no volvió. Había sido alcanzado por fuego enemigo y tuvo que saltar en paracaídas del avión en llamas, viendo cómo le esperaban los ‘Charlies’ para apresarle cuando tocara tierra.
Estuvo preso durante casi 6 años en una celda de apenas 2 x 2 metros cuadrados y pasando las calamidades que sólo quien ha pasado por este tipo de cárceles puede imaginar. A los 2.013 días fue liberado y regresó a su Kansas natal.
Charles Plumb, retirado del ejército, ahora llevaba una vida más tranquila en su ciudad natal. Entre sus rutinas, leía la prensa del día mientras tomaba su café sentado en una de las mesas de su restaurante favorito.
Un día, cuando iba a salir del restaurante, alguien que estaba sentado en la mesa al lado de la puerta reclamó su atención llamándole por su nombre:
- Disculpe ¿Es usted el Sr. Plumb?
- Sí ¿Nos conocemos de algo? Respondió nuestro protagonista.
- ¡Qué alegría verle con vida Sr Plumb! Yo era el soldado que le preparaba todos los días su paracaídas y le esperaba agachado a los pies de la escalera para entregárselo cuando iba a acceder a la cabina del avión.
Algo se removió en las entrañas del veterano piloto. Él había sido un piloto admirado por todos, pero tan arrogante que ni siquiera se había dignado a mirar a quien le había preparado diariamente su paracaídas sin esperar nada a cambio. ¡Estaba vivo gracias a él!
La moraleja de su presentación era que debemos ser sensibles a la cantidad de personas que “empacan nuestro paracaídas” todos los días y ser agradecidos con su trabajo. Nuestros resultados, dependen de esas pequeñas acciones que suelen pasar desapercibidas.
El lector se estará preguntando que qué tiene que ver esta historia con la logística sanitaria… mucho.
La logística sanitaria es quien empaca todos los días el paracaídas de los servicios asistenciales. Por supuesto que los protagonistas son ellos (medic@s y enfermer@s) y así debe ser porque son los que están en el ‘campo de batalla’. La logística debe asegurar que van en las mejores circunstancias.
Además, ambos servicios, la logística sanitaria y la del preparador de paracaídas, coinciden en unos atributos de calidad que no son negociables:
Dicho esto, sí hay un aspecto en el que nuestra realidad difiere de la historia del piloto: mientras él se mostraba arrogante con el soldado, nosotros sí recibimos el reconocimiento interno y externo por nuestra labor. El premio CEL a la Excelencia en la Logística Sanitaria 2022 es un ejemplo de ello.
Artículo de opinión publicado en el nº280 de Logística Profesional (pág 19)
En términos de tecnología, las compañías incorporan sistemas de inteligencia artificial y análisis predictivo, además están adoptando medidas para reducir su impacto medioambiental y cumplir las regulaciones internacionales, y cómo no puede ser de otra manera buscando personal cualificado.
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