La automoción en 2024 ha cerrado con claroscuros. Desde muchos puntos de vista, un año perdido. El mercado ha crecido avanzando los volúmenes perdidos en la pandemia, aunque sin conseguirlo, al menos para los turismos y los vehículos comerciales. La renovación de flotas de transportes, sin embargo, ha hecho posible un mercado dinámico desde hace unos años y ha permitido conseguir un nivel razonable de demanda acorde con la economía del país. Sin embargo, la producción ha tenido un comportamiento decepcionante, ya que ha caído un 3% en 2024, espoleado por el consiguiente retroceso de la exportación en un 4 %.
Aun a riesgo de cansar al lector, no puedo dejar de poner de manifiesto que el sector está en un periodo de transformación sin precedentes y con grandes retos. Esto es así, nos guste o no, y la debilidad de la demanda en España, especialmente la de vehículos electrificados (y también en Europa como destino prioritario) pasa factura a la producción española. En un momento clave como el que atravesamos, la producción de vehículos electrificados en España ha caído en 2024 en 76.738 unidades (-27,5%), lo que ha reducido la cuota respecto al año anterior en 2,9 puntos porcentuales, situándola ahora en solo el 8,5%.
Luego, al menos, hay dos aspectos que son vitales para acompañar al sector y que siga siendo una industria pilar de nuestra economía: aumentar la demanda de electrificación y potenciar la competitividad de la industria.
Si poco estamos avanzando en electrificación de la demanda en vehículo ligero, menos lo estamos haciendo en vehículo industrial, que sigue con unos niveles de electrificación testimoniales, por debajo del 1%. La falta de incentivos directos (que finalizaron en abril de 2024), de medidas que faciliten la financiación de los vehículos a las empresas, así como de iniciativas fiscales potentes, están lastrando la descarbonización de las flotas de transporte.
En definitiva, esta falta de iniciativas está impidiendo que el transporte por carretera español se prepare adecuadamente para las exigencias que Europa está imponiendo desde el punto de vista de la necesaria descarbonización del transporte. No olvidemos que el sector transporte y, en particular, el transporte por carretera es un sector clave para las exportaciones de nuestro país. En este sentido, tenemos un año perdido.
En relación con la mejora de competitividad, desde el punto de vista logístico, poco hemos avanzado en 2024. En enero de 2025 seguimos esperando las prometidas 44 toneladas y la altura a 4,5m para los camiones de aprovisionamiento de las fábricas. Al menos los duotrailers han conseguido salir adelante y no quedarse atrapados en la falta de regulación del aumento de capacidad de los camiones.
Pero, una vez más, hemos de mirar 2025 con optimismo y como una oportunidad para acelerar en medidas que permitan mejorar la competitividad del transporte. No sólo de carretera, también ferrocarril y marítimo, muy ligados hoy en día al desarrollo de infraestructuras que gracias a los fondos europeos se están viendo impulsadas. Las dificultades que las obras actuales acarrean para el acceso al ferrocarril y los puertos se verán compensados en un futuro, esperemos, cercano. Sin olvidar, por supuesto, en la necesidad de medidas urgentes para un problema enquistado como es la falta de profesionales en el sector transporte.
Un año más lleno de retos, para un sector que se enfrenta a grandes exigencias. Otro año como 2024 donde apenas hay avances, no es un freno, es un retroceso. Como siempre decimos, esto es un esfuerzo conjunto: sector público y privado. Ante grandes retos, grandes oportunidades. Aprovechemos 2025.
Artículo de opinión publicado en el nº299 de Logística Profesional (pág 28)
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