Me gustaría comenzar dando la enhorabuena a Logística Profesional. La calidad de la publicación y el haber sabido adaptarse a los tiempos, le ha permitido cumplir 25 años en plena forma. Es para mí un honor haber sido invitado a colaborar en esta edición especial conmemorativa de la efeméride. Celebro además compartir aniversario con vosotros, ya que coincide con mi llegada al sector de la logística, en el que desde entonces hasta ahora he desarrollado mi carrera profesional.
En 1997 nadie hablaba de sostenibilidad medioambiental o de digitalización, piedras angulares sobre las que giran la mayoría de los debates del sector hoy en día. Tampoco de logística colaborativa. No podíamos ni imaginarnos que nuestras ciudades se iban a llenar de furgonetas entregando paquetes casa a casa, ni que nuestros pedidos llegarían apenas unas horas después de haber sido realizados. Mucho menos que previamente hubiésemos pagado digitalmente a través de internet, que entonces no sabíamos muy bien para qué servía, pero ni se nos pasaba por la cabeza que podríamos realizar pagos de esa forma.
Por supuesto, la competencia existía hace 25 años, pero no tenía tanta importancia como hoy en día la calidad de servicio, un factor diferencial capaz de generar una ventaja competitiva duradera. Este hecho ha supuesto que la logística pese ahora más que entonces a la hora de decidir la compra. Con la evolución de los procesos productivos, la seguridad alimentaria y el extenso marco regulatorio, hemos tenido que seguir buscando atributos diferenciales en los productos o servicios que los clientes y/o consumidores puedan percibir, estando llamada la logística a aportar valor también en este aspecto, sumando en la primera línea de la cuenta de resultados, ayudando a las empresas a vender más.
En aquellos años finales del siglo XX, el peso del combustible no era tan relevante en las estructuras de costes de nuestras empresas. Los camiones eran todos de gasoil, hasta las furgonetas más pequeñas lo eran. No se pensaba en otra alternativa, pese a que la contaminación ya era un problema en nuestras ciudades. Menos aun podíamos imaginar que un cuarto de siglo después íbamos a ver la gasolina más barata que el gasoil en los surtidores.
Proporcionalmente, y debido a la escasa digitalización y casi nula robotización, era superior en proporción el coste de la mano de obra, por lo que se destinaban más recursos a mejorar la productividad de nuestros almacenes y a favorecer las condiciones de trabajo para que fuese posible optimizar el proceso. Poco a poco empezaron a proliferar los sistemas de gestión de almacenes por radiofrecuencia, que ofrecían la posibilidad de poder tener registradas en el sistema las mercancías, facilitaban poder contar con un inventario real en todo momento y, lo más importante, nos ofrecían la trazabilidad, algo que durante los años siguientes centró la atención del sector.
La confección de rutas, tanto en transporte de larga distancia como en distribución capilar, se hacía de forma mayoritariamente manual. No existían programas ni soportes digitales que ayudasen a localizar los destinos visualmente, siendo clave la experiencia y el conocimiento de las personas.
Preocupaba entonces como ahora la gestión de stocks, pero las empresas apostaban en su mayoría por una estrategia de ‘push’, fabricaban y después empujaban a que se vendiese. Lo que hoy conocemos como planificación de la demanda estaba basada en la experiencia, en los históricos que podían registrarse y en muchos casos en el tradicional ‘ensayo y error’. En este campo hemos vivido una revolución en los últimos años, con la ayuda de la estadística, el Big Data y la inteligencia artificial, que ha enriquecido la calidad de los datos y mejorado los algoritmos predictivos.
Qué decir de los procesos administrativos. Aquel ruido inolvidable de las impresoras matriciales y esas cajas de papel en las que imprimíamos los albaranes. Todo se imprimía, aunque ya estuviese generalizado en las empresas el uso de ordenadores, todo lo guardábamos en carpetas y más carpetas, algo que hoy en día parece afortunadamente superado. Como también ver en las oficinas esos ceniceros llenos de colillas. ¡Ah! Y llevábamos corbata, no solo los comerciales, hasta los encargados y los administrativos de los almacenes la llevaban. Hoy trabajamos mucho más ‘sin papeles’, aunque en determinadas áreas como en el transporte de larga distancia queda mucho camino por recorrer.
Afortunadamente los avances tecnológicos y la mejora en las infraestructuras han posibilitado grandes avances en la logística. Pero no todo ha evolucionado en la misma medida. Hoy podemos decir que el transporte de mercancías por ferrocarril en España es menos eficiente que lo era hace 25 años. Resulta imprescindible invertir en el desarrollo de este medio de transporte, llamado necesariamente a formar parte de la ecuación de la sostenibilidad. Estamos convencidos de que en el futuro no va a haber una solución única y mejor que las demás para transportar las mercancías. No podemos hablar de que solo vaya a haber vehículos eléctricos, de hidrógeno o de gas. El ferrocarril está llamado a desempeñar un papel esencial y creemos que será un mix de todo lo hasta ahora conocido. También podría llegar un gran cambio tecnológico, que pueda traer mejores soluciones de las hoy conocidas.
Al igual que el medio Logística Profesional, en 1997 nació en nuestra casa Bifrutas, uno de los productos más icónicos no solo del grupo Pascual, sino de la alimentación en España. Se introdujo entonces en el mercado la categoría zumo-leche, siendo un éxito rotundo desde el primer momento. Supuso todo un reto para la logística, ya que junto a los productos de las marcas Pascual y Bezoya, la empresa crecía en ventas de forma vertiginosa, lo cual era tan gratificante como estresante. Ahora entenderán mejor lo de aquellos ceniceros llenos de colillas a los que me refería anteriormente.
Durante estos años las empresas hemos ido buscando las eficiencias, mejorando nuestros procesos, evolucionando los sistemas y formando a nuestros equipos. Para afrontar ahora los retos que se nos plantean en el futuro, considero imprescindible hacerlo de forma colaborativa. Nos enfrentaremos en mejor posición a desafíos como el de la sostenibilidad, la escasez de conductores y los elevados costes de la energía, si lo hacemos compartiendo aprendizajes y experiencias entre los distintos eslabones que formamos parte de la cadena de suministro. Dicha cadena no será sostenible si cada eslabón no se preocupa por los demás, y si no escucha y atiende sus problemas. Solo así, la logística será sostenible de verdad en sus tres vertientes: social, económica y medioambiental. Si se rompe la cadena perdemos todos y si se parte un eslabón se romperá la cadena de todos. Estoy convencido de que en el futuro la logística dejará de llevar apellidos y no hablaremos de ‘logística sostenible’ o de ‘logística colaborativa’, ya que será solo sostenible y colaborativa, o no será.
En cuanto a la llegada al cliente y la planificación, los sistemas predictivos están transformando el término ‘servir bajo pedido’. Es muy posible que se generalice el uso de la Inteligencia Artificial, permitiendo servir al cliente incluso antes de que se produzca el pedido, un avance ya disponible y que está llamado a revolucionar sectores menos digitalizados hoy en día, como el de la hostelería. Un cambio que va a consistir en no esperar a que el cliente realice el pedido, sino en tratar de conocer antes la demanda prevista y poder anticiparte. Este conocimiento previo nos podrá llevar a optimizar las rutas de reparto, maximizando la ocupación y minimizando el número de kilómetros recorridos, con la consiguiente reducción de emisiones.
Tecnologías accesibles a todos como blockchain, basadas en la colaboración entre distintos agentes de la cadena de suministro que comparten información, ayudarán a mejorar los procesos.
Simplificando mucho la visión, en un futuro sería algo similar a que todos los implicados en una transacción pudiesen trabajar en un mismo sistema. Todos los integrantes de la cadena de suministro verán lo mismo y ese sería el único lugar donde se tendría la información, que sería de todos y para todos. Se eliminará una gran cantidad de burocracia, ahorrará tiempo y asegurará la calidad e inviolabilidad de la información permitiendo una trazabilidad instantánea, completa y exacta.
Me gustaría terminar con lo más importante, las personas. La pandemia vivida ha permitido dar visibilidad a un colectivo esencial que conforma el corazón de la logística: los transportistas y las personas que trabajan en los almacenes. Estos trabajadores muchas veces pasan desapercibidos en su entorno y también en nuestras propias empresas. Se ha puesto de relieve el compromiso mostrado con la sociedad al volcarse para conseguir que no faltase ningún producto ni en nuestras neveras, ni en nuestros establecimientos de hostelería, ni tampoco en las estanterías de los comercios.
Por último, me gustaría dar las gracias a Logística Profesional y a todo el sector de la Logística. ¡Por otros 25 años más! Ojalá podamos entonces repasar juntos qué decíamos y qué hacíamos en 2022. A lo mejor entonces, en 2047, hasta volvemos a llevar corbata…
Artículo publicado en el nº279 de Logistica Profesional (pág 62-63)
En España se reforzarán las contrataciones para esta temporada con alrededor de 200 personas para el procesamiento y aproximadamente 600 proveedores de distribución.
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