Son muchos los retos a los que se enfrenta el sector alimentario, en un mundo donde la globalización, el coste, la comodidad y la rapidez a menudo priman sobre la sostenibilidad. Pero en gran medida, afrontar el desafío de reducir la huella ambiental de su logística y transporte podría ser el salvavidas que necesita el sector.
Las cifras son claras. El transporte globalizado ha ampliado nuestras opciones, pero a costa de la producción local y al mismo tiempo de una mayor huella ambiental. Aproximadamente un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero procede de los sistemas alimentarios y el transporte de alimentos supone más de un cuarto de ellas. De hecho, los alimentos importados que consumimos en España han recorrido de media casi 4.000 kilómetros antes de llegar a los mercados. Por otro lado, la pérdida y desperdicio de alimentos impacta no sólo en la salud y nutrición, sino también en la economía mundial (más de 2,5 billones de dólares al año) y el medio ambiente (ya que representa más del 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero) según la FAO. Impactos a los que hay que añadir el de sus envases, tanto de la producción como de su uso final. Por otro lado, también el crecimiento imparable del e-food -el 21% de los españoles optaron por esta modalidad en 2023- ha llevado a un aumento significativo en las entregas de comida a domicilio, lo que supone un alto impacto en la logística y el medio ambiente, tanto por la desconsolidación de envíos y la entrega domiciliaria, como por la generación de envases asociados a estas entregas, entre otros impactos.
Impactos que están llevando al establecimiento de una regulación a la que debemos adaptarnos y que presenta grandes retos. Desde la Ley de Cambio Climático y el establecimiento de la zonas de bajas emisiones -con una apuesta clara por la ciclologística y la distribución de mercancías cero emisiones- a la estrategia europea ‘De la granja a la mesa’ o la Estrategia Española de Economía Circular, con la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular y el Real Decreto de Envases y Residuos de Envases, entre otras normativas vigentes que marcan pautas ambiciosas para minimizar estos impactos, reducir los residuos alimentarios y promover prácticas y productos más sostenibles. Sin embargo, ¿se está cumpliendo con estas expectativas? ¿o seguimos permitiendo que la comodidad del presente comprometa nuestro futuro?
Es hora de replantear nuestras prioridades y promover prácticas que favorezcan la producción cercana y la reducción de emisiones asociadas al transporte de larga distancia y también de la última milla, incluyendo la apuesta por una producción sostenible y una economía circular en todo el ciclo de vida.
Cada vez surgen más ejemplos a seguir, como Alimerka, con la 5ª flota de camiones eléctricos a nivel europeo y un compromiso global por la sostenibilidad y por una cadena de proveedores de proximidad; o, movimientos como entregasostenible.org que promueven opciones de entrega responsables, demostrando que es posible un cambio significativo en nuestras prácticas.
Al reconocer que nuestras elecciones diarias de alimentos tienen un impacto y al asumir la responsabilidad de buscar alternativas que contribuyan a la sostenibilidad en todos los sentidos, podemos influir en las prácticas del sector. La sostenibilidad lejos de ser una opción es una necesidad imperativa, al mismo tiempo que representa una oportunidad tanto para las empresas como para los consumidores de generar valor y garantizar la sostenibilidad ambiental y social, pero también económica del sector.
Artículo de opinión publicado en el nº291 de Logística Profesional (pág 18)
En España se reforzarán las contrataciones para esta temporada con alrededor de 200 personas para el procesamiento y aproximadamente 600 proveedores de distribución.
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