Si hay algún sustantivo con el que la industria de la logística y el transporte puede sentirse identificado, ese es evolución.
En los últimos 25 años hemos tenido la oportunidad de ser testigos en primera línea de cómo todo un engranaje, dispersado geográficamente a lo largo y ancho de nuestro planeta, ha ido alineando y adaptando sus piezas para mantenerse en marcha. Cada parte de cómo obtenemos, fabricamos y transportamos los bienes se ha transformado fundamentalmente por la incorporación cada vez más intensiva de las tecnologías de la información y otras tecnologías disruptivas en la gestión y operación de todas las etapas de las cadenas de suministro.
Sin embargo, a pesar de que al leer estas líneas lo más probable es que pensemos en el corto plazo - en la pandemia, las huelgas o la escasez de materias primas -, hemos de hacernos conscientes de que la evolución no es coyuntural, sino inherente al concepto de ‘cadena de suministro’ y adaptación a la evolución de las necesidades de la sociedad y sus hábitos de consumo.
A nivel global, los enormes cambios a los que se ha visto sometido este sistema en los últimos 100 años, desde la introducción de nuevos procedimientos de manipulación hasta la digitalización, han hecho de la logística una de las industrias más complejas y eficientes del panorama actual.
Así, en poco más de un siglo, hemos pasado de unas cadenas de suministro de naturaleza local, por lo general restringidas a ciertas regiones, a redes internacionales en las que, si no miles, cientos de actores interactúan para hacer llegar los bienes a destino en búsqueda constante de la eficiencia en costes y aumentar el nivel de servicio.
Y no es casualidad que en este periodo se sucedieran hechos tan relevantes como las revoluciones industriales de Europa y Estados Unidos. La propia naturaleza de la logística ha demostrado una y otra vez que vive en simbiosis con los sistemas económicos en los que se asienta, permitiendo que ellos prosperen con su buen funcionamiento mientras, al mismo tiempo, se adaptan a las nuevas necesidades y tendencias que lo aseguran.
De este modo, a la invención del primer semirremolque a finales del siglo XIX se sumaron prácticas que han llegado hasta nuestros días, como el uso de pallets, que en 1925 empezó a favorecer desarrollos tan críticos como el almacenamiento vertical. Posteriormente la mecanización, crítica para la logística durante ambas guerras mundiales, se uniría a la estandarización y la introducción de los contenedores – esenciales para la intermodalidad -.
Desde entonces, el desarrollo de los elementos físicos ha ido de la mano de nuevos avances en materia tecnológica. Y es que, si bien lo intangible era algo difícil de comprender en los años 80 y 90, rápidamente la gestión logística sería testigo de la introducción de sistemas sin los que hoy sería complejo asegurar sus mecanismos. Así, hace poco más de 30 años, IBM patentaba las etiquetas RFID para facilitar el seguimiento electrónico de las mercancías y envíos, un predecesor de los dispositivos de IoT que usamos hoy.
Con ello entramos en el último cuarto de siglo que, sin duda, ha transformado para siempre, no sólo el funcionamiento, sino el papel crítico que juega la logística en los sistemas económicos, políticos y sociales.
En este periodo, los softwares, las hojas de cálculo flexibles, los mapas y la planificación de rutas han facilitado el seguimiento de los costes y maximizado las ganancias. Ello se ha visto impulsado por otros avances, incluida la optimización de las diferentes modalidades de transporte, las redes de distribución de la cadena de suministro y la introducción de sistemas de planificación de recursos empresariales (ERP). Pero todo esto puede verse superado por el papel que está empezando a jugar la inteligencia artificial y el aprendizaje automático se combinan con análisis predictivos y prescriptivos para proporcionar mejores pronósticos, una mejor gestión de pedidos y más.
Toda esta historia nos lleva al presente y a la transformación continua en las cadenas de suministro globales. Una de las mayores influencias fue la explosión de la fabricación en Asia, con China, Japón y Corea convirtiéndose en los principales proveedores y exportadores de bienes, pero como todos sabemos este modelo polarizado entre áreas de diferenciadas producción y consumo se ha puesto en tela de juicio tras la pandemia y la necesidad de garantizar el suministro ante cualquier disrupción.
La cadena de suministro, así mismo, está evolucionando hacia un ecosistema colaborativo, basado en redes y con los datos como eje central, ya que generan valor real y crecimiento para todos los participantes. En este contexto, la labor de referentes como el Centro Español de Logística se vuelve esencial, ya que acompaña y guía a cada uno de los integrantes de este heterogéneo ecosistema en el proceso, apoyando las iniciativas que ponen la innovación y el conocimiento al servicio de la logística y el transporte.
Por supuesto, todavía hay desafíos que superar. Los consumidores y las empresas están cada vez más interesados en la ética del abastecimiento y la fabricación de bienes, especialmente desde la perspectiva ambiental y de los derechos de los trabajadores.
Al mismo tiempo, los administradores de la cadena de suministro necesitan una gestión de riesgos eficaz para hacer frente a lo inesperado, ya sean aduanas y aranceles, desastres naturales o problemas con el transporte global.
De esta manera, más allá de la evolución inherente a la cadena de suministro, cada vez son más los expertos que ponen el foco en el impacto de los eventos que pueden transformarla de manera coyuntural. Y es que, si bien gran parte del debate surgió en 2020, a raíz de la irrupción de la crisis sanitaria generada por la Covid-19, los sucesos posteriores no han dejado de poner en evidencia que la política del ‘ahorro de costes por encima de cualquier cosa’ ha dejado de tener vigencia y nos abre un nuevo escenario en el que la resiliencia pasa a primer plano.
La llegada del Brexit, la pandemia, la escasez de materias primas, las huelgas, el encarecimiento de las energías y, por supuesto, los conflictos geopolíticos actuales, como la invasión de Rusia a Ucrania, han sido y terminarán siendo ejemplos de cómo el cambio y la adaptación son realmente las constantes que mantienen en pie a la logística.
Independientemente de lo que depare el futuro, una cosa es segura. Si aplicamos la misma innovación a las cadenas de suministro globales como lo hemos hecho en el pasado, continuaremos viendo mayores eficiencias, optimización y márgenes de beneficio, pero como una de las ultimas lecciones aprendidas sin olvidar la resiliencia necesaria garantizar la continuidad del suministro ante el máximo número de posibles disrupciones locales y/o globales.
Para concluir, no quería dejar pasar la ocasión de compartir que éstos 25 años han coincidido también con el periplo que inicie, recién salido de la universidad en 1997, por esta apasionante actividad logística que me ha ilusionado y fascinado hasta el punto haber acaparado toda mi carrera profesional hasta la fecha. Durante todo este tiempo he tratado siempre desde las diferentes posiciones y organizaciones por las que he pasado de promover, liderar y poner en marchas iniciativas innovadoras acordes con cada momento y sus retos. Por lo que desde mi experiencia profesional y humilde aportación podría resumir este periodo a través de todas tendencias en los que he estado inmerso: flujo tenso, trazabilidad, gestión de riesgos y ciberseguridad, sostenibilidad, logística colaborativa, distribución urbana de mercancías, e-commerce, robotización, IA y automatización y lo que tengo ahora entre manos, la realidad virtual y el metaverso, ahora me pregunto cuál será el siguiente…
Artículo de opinión publicado en el nº279 de Logística Profesional (pág 38-39)
En España se reforzarán las contrataciones para esta temporada con alrededor de 200 personas para el procesamiento y aproximadamente 600 proveedores de distribución.
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