Los criterios ESG (por sus siglas en inglés Environmental, social and corporate governance) son un enfoque para evaluar hasta qué punto una corporación trabaja en nombre de objetivos sociales que van más allá de su papel de maximizar las ganancias en nombre de los accionistas de la corporación. Hay varios tipos de criterios:
Criterios Medioambientales. Los criterios medioambientales analizan la contribución y el desempeño de un negocio respecto a los desafíos ambientales, como las emisiones de gases de efecto invernadero, la protección de la biodiversidad, los recursos hídricos o la deforestación. Es decir, utiliza métricas para evaluar los impactos ambientales de las empresas y sus esfuerzos para reducirlos.
Criterios Sociales. Los criterios sociales evalúan la relación de las empresas con su entorno social —empleados, comunidades locales y ciudadanía en general— atendiendo a aspectos como el empleo, la salud, la seguridad, la diversidad, etc. Reflejan, en gran parte, los valores corporativos de la compañía y fortalecen los vínculos establecidos con las comunidades.
Criterios de Gobierno corporativo. El concepto de gobierno corporativo se refiere al conjunto de principios y normas que regulan el diseño, integración y funcionamiento de los órganos de gobierno de las empresas.
Un buen gobierno corporativo provee los incentivos para proteger los intereses de la compañía y los accionistas, monitorizar la creación de valor y uso eficiente de los recursos brindando una transparencia de información. También incluye las reglas que regulan las relaciones de poder entre los propietarios, el consejo de administración, la administración y, por último, pero no por ello menos importante, partes interesadas tales como los empleados, los proveedores, los clientes y el consumidor.
El gobierno corporativo se basa en cuatro principios fundamentales: la transparencia; la responsabilidad; la igualdad; y la independencia. Implementar un gobierno corporativo en una empresa empieza por fijarse unos objetivos tales como: establecer una estructura organizacional; definir una estrategia de gobernanza acorde con las misiones, valores y visión de la empresa; identificar oportunidades y riesgos a tener en cuenta; utilizar los recursos de forma sostenible; respetar los intereses de los grupos de interés y tener en cuenta sus puntos de vista en la dirección de las estrategias; y evaluar el nivel de consecución de los objetivos y realizar los ajustes necesarios.
Los beneficios del gobierno corporativo son, por lo tanto, evidentes: una visión de las metas a largo plazo, una gestión eficaz de los riesgos, un control responsable de la empresa, y una sinergia entre los distintos grupos de interés que crea valor.
Una gran variedad de organizaciones gubernamentales e instituciones financieras han ideado formas de medir hasta qué punto una corporación específica está alineada con los objetivos ESG. El movimiento mundial más destacado en este sentido es la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que los 193 Estados miembros de la ONU aprobaron en 2015.
Un ambicioso plan que busca alcanzar una prosperidad respetuosa con el planeta y sus habitantes. Dicha Agenda está compuesta por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), divididos a su vez en 169 metas, a cumplir en 2030 con la intención de ‘no dejar a nadie atrás’.
En menos de 20 años, el movimiento ESG ha pasado de ser una iniciativa de responsabilidad social corporativa lanzada por las Naciones Unidas a un fenómeno mundial que representa más de 30 billones de dólares estadounidenses en activos bajo gestión.
Solo en 2019, el capital por un total de US$17.670 millones fluyó hacia los productos vinculados a ESG, hubo un aumento de casi el 525 % con respecto a 2015, según Morningstar.
La supply chain es una disciplina que tiene mucho que aportar en la consecución de estos objetivos y que siempre ha trabajado en ellos ya que su función es asegurar una cadena de valor optima, es decir que cumpla las necesidades de los clientes al menor coste posible.
Si nos centramos en los criterios medioambientales y sociales encontramos un trabajo muy importante para mejorar los ODS.
Si vemos la perspectiva de los fabricantes de bienes están centrados en producir estos con el menor consumo de materias primas y materiales de envases, de generar los menos residuos posibles o darles un segundo uso cómo materia prima para otro proceso productivo, de diseñar envases reutilizables y/o reciclables, de utilizar energías limpias y de ser autoproductores de la energía que consumen, bien utilizando sus residuos orgánicos bien con el uso de paneles solares y otras tecnologías en sus fábricas.
Invierten tiempo y dinero para ponen en marcha herramientas de previsión que les permita producir solo lo necesario para la demanda y no generar stocks que consumen recursos innecesarios y son susceptibles de convertirse en obsoletos.
Por su parte, las empresas que proveen servicios logísticos están trabajando duramente en el uso de energías renovables limpias en los almacenes, cambiar las flotas de vehículos hacia camiones ecológicos, utilización de tecnologías que permitan reducir los kilometros en vacío e intercambiar información sin la necesidad de papeles.
Todas las empresas además trabajamos en mejorar la inclusión de colectivos vulnerables, llegar a la paridad de género, cumplir los convenios laborales bajo los que trabajamos, mejorar el bienestar de los empleados mediante prácticas como la flexibilidad horaria, proveer la formación y los medios para evitar los accidentes laborales y para desarrollar su trabajo en entornos ergonómicos.
Otra área que nos ocupa mucho es minimizar los riesgos que la disrupción de las cadenas de suministros puede generar por acontecimientos externos como la Covid-19 o la guerra de Ucrania, o internos, cómo un incendio que inutilice una instalación.
Las empresas cualifican distintos proveedores de sus insumos y servicios claves que procedan de diferentes partes del mundo para disminuir la probabilidad de disrupción. Cada vez más y más los proveedores elegidos están dispuestos a poner en marcha criterios ESG en su gestión y estos son incluidos en los contratos que regulan su relación comercial. Sin embargo, muchas empresas fallan en la implementación de los ESG, porque no priorizan su ‘G’, y se enfocan en acciones medioambientales (‘E’) que son más fáciles de visibilizar, derivando incluso en malas prácticas como el greenwashing, es decir, parecer sostenibles sin serlo.
Artículo de opinión publicado en el nº285 de Logística Profesional (pág 32-33)
En términos de tecnología, las compañías incorporan sistemas de inteligencia artificial y análisis predictivo, además están adoptando medidas para reducir su impacto medioambiental y cumplir las regulaciones internacionales, y cómo no puede ser de otra manera buscando personal cualificado.
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